Los faroles, los bailes típicos y las actividades cívicas nos llaman a celebrar. La independencia fue el amanecer de nuestra libertad, pero hoy, más de 200 años después, debemos preguntarnos: ¿Estamos construyendo el país que deseamos? Y, aún más importante, ¿estamos garantizando que nuestra democracia esté a salvo y prosperando?
Una democracia sólida se basa en ciudadanos pensantes y críticos, comprometidos con el bienestar de su comunidad. La democracia establece un suelo compartido donde la convivencia florece y la vida se desarrolla en paz, libre y con oportunidades. Sin embargo, cuando un país ve cómo su sistema educativo se deteriora, con recortes y apagones, el suelo compartido se vuelve resbaloso y frágil, incapaz de sostenerse a si mismo.
La educación es la piedra angular sobre la que se construye una sociedad democrática. Un pueblo educado no es fácilmente manipulable, porque tiene la capacidad de discernir la verdad de la mentira, lo justo de lo injusto, y las acciones de las palabras. Un ciudadano educado no solo entiende el funcionamiento de las instituciones políticas, sino que también está en condiciones de exigir rendición de cuentas y transparencia de parte de sus gobernantes. La educación no solo abre puertas a oportunidades, sino que cultiva el pensamiento crítico, el verdadero antídoto contra el autoritarismo y la corrupción.
Hoy nos enfrentamos a una realidad preocupante: el estado de nuestro sistema educativo, la base sobre la que descansa nuestra democracia, se encuentra en una crisis visible. A pesar de nuestra larga tradición democrática, seguimos cometiendo el error de tratar la educación como un gasto, cuando en realidad es una de las inversiones más fundamentales. Recortar el presupuesto en medio de esta crisis genera que nuestro sistema de educación sea un sistema que agrava las desigualdades sociales, aumenta las brechas de oportunidades y debilita el corazón mismo de nuestra democracia.
La optimización de nuestros recursos siempre será de suma importancia y deberá informar las acciones que tomemos como país, incluyendo todo lo relacionado a nuestro sistema de educación pública. Pero no existe una optimización a través de tijeras ciegas que cortan recursos sin un plan claro. Nuestro sistema educativo demanda reformas profundas, enfocadas en mejorar la calidad educativa y asegurar que el sistema sea transparente y eficiente. Cuando se recorta el presupuesto sin estrategia, se golpea a quienes más dependen de esos recursos: las personas más vulnerables, aquellas que reciben becas, transporte subsidiado, y acceso a comedores.
El amor que sentimos por Costa Rica, con el olor de su lluvia y la admiración por la silueta de sus montañas nos debe inspirar a la acción. El patriotismo que nos evoca esta fecha, nos llama a la valentía que exige el presente. Nuestro sistema educativo necesita ser reforzado para que sea una verdadera plataforma de oportunidades. Solo así podremos proteger y fortalecer nuestra nación, garantizando un futuro en el que cada costarricense tenga la capacidad de contribuir y defender nuestros valores. En esta celebración de nuestra independencia, reafirmemos nuestro compromiso con la educación como el camino hacia la verdadera libertad.
Por: Andrea Gonzalez Yamuni, Directora Ejecutiva de la Fundación Yamuni Tabush
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